domingo, 28 de febrero de 2010

IL CUORE INQUIETO...


"Nel tormento dell’inadeguatezza di tutto ciò che si può ottenere giungiamo a renderci conto che in questa vita tutte le sinfonie rimarranno incompiute".
(Karl Rahner). En español...En el tormento de la insuficiencia de todo lo que puede lograrse nos damos cuenta de que en esta vida, todas las sinfonías siguen inconclusas.

sábado, 27 de febrero de 2010

Una canción bella.

La Teologia de la liberación en una canción.

Cuarenta años de la Teología de la teologia d ela Liberación


Ángel Darío Carrero entrevista con Gustavo Gutiérrez
– ¿Cuándo comienza a asumir, como punto de partida de la teología, la realidad de la violencia y de la pobreza en Latinoamérica y el Caribe?
– Comencé a trabajar en marzo del '64. Hubo una reunión convocada por Iván Illich. Lo conocí cuando estaba todavía en Puerto Rico en el año '60. Fue Iván quien citó a una reunión muy informal en Petrópolis para que dijéramos cómo veíamos el trabajo de la teología en América Latina.
– ¿Y cuál fue su aporte?
– Hablé de teología como una reflexión sobre la pastoral y sobre la vida cristiana. Eso que formulé más tarde como reflexión crítica sobre la praxis a la luz de la fe.
– ¿Lo primero que surge es el establecimiento de un método que parte de la vida real para iluminarla a la luz de la Palabra y abrir caminos concretos de liberación?
– Así es. Yo me pasé prácticamente todos mis estudios de teología sumamente preocupado en la cuestión del método. De ahí la frase: “nuestra metodología es nuestra espiritualidad”.
– El tema de la cercanía a los pobres no es nuevo, pero sí la indagación en las causas de la pobreza y la lucha contra la pobreza como parte de la identidad cristiana. ¿Cuándo comienza esta transición?
– Me invitaron a hablar sobre la pobreza en Montreal en 1967. Quería tomar distancia de Voillaume, el autor de En el corazón de las masas, porque él evitaba cualquier perspectiva demasiado social en torno a la pobreza; pero la verdad es que no se puede evitar el hecho social. Hablé de tres nociones bíblicas sobre la pobreza: primero la pobreza real o material, vista siempre como un mal. La segunda es la pobreza espiritual, como sinónimo de infancia espiritual. La pobreza espiritual es poner mi vida en las manos de Dios. El desprendimiento de los bienes es consecuencia de la pobreza espiritual. Y la tercera dimensión es la solidaridad con los pobres contra la pobreza. Voillaume hablaba de que había que ser pobre. Sí, muy bien, ¿pero para qué? ¿Qué sentido tiene? No es únicamente para santificarme yo. Había que plantearse lo que significa para el otro.
– ¿Algún otro elemento importante de esta arquitectónica inicial?
– Una preocupación: ¿cómo anunciar el Evangelio hoy? La teología se hace para anunciar el Evangelio, al servicio de la Iglesia, de la comunidad. Hay muchas facultades que piensan en la teología como una metafísica religiosa, no como anuncio histórico de liberación.
Cartel de Vicente Larrea para la cinta: Ya no basta con rezar, dirigida por Aldo Francia, Chile, 1973
– ¿Cuándo comienza a llamarse Teología de la Liberación a este nuevo modo de pensar la fe desde la perspectiva del pobre y del excluido?
– El 22 de julio de 1968 en Chimbote, Perú. Me pidieron hablar de “teología del desarrollo” y me negué. Les dije que hablaría de teología de la liberación, que era más pertinente a nuestro contexto. Otra cosa que estaba de moda era la “teología de la revolución”, de la cual también tomé distancia. El peligro de la misma era que pretendía cristianizar un hecho político.
– A diferencia de otros, usted nunca estuvo de acuerdo con partidos o grupos como la Democracia Cristiana ni con Cristianos por el Socialismo, aunque acentuaba la dimensión política de la fe. ¿Por qué?
– Nunca me gustó que se usara lo cristiano como adjetivo. Lo cristiano es un sustantivo. Siempre dije: “Soy cristiano por Cristo, no por el socialismo.” Que como cristiano alguien haga una opción por el socialismo es otra cosa, pero no puedo deducir el socialismo por el camino de la Biblia. De la Biblia deduzco la opción por la justicia, la opción por el pobre. La gente cuando no entiende esto dice: “Oye, pero tú niegas la política, estás del lado contrario.” Yo respondo que también creo en la autonomía de lo social y lo político.
– ¿Cuándo comienza la idea de formar el libro que se convertirá en el texto fundacional de la teología latinoamericana contemporánea: Teología de la liberación. Perspectivas ?
– En realidad no pensé escribir un libro propiamente. Uno trabaja en los temas que le interesan y poco a poco va saliendo. Al comienzo de 1969, poco después de Medellín, una comisión ecuménica sobre temas de desarrollo me invitó a Ginebra. Entonces retrabajé la ponencia que había dado en Chimbote y así lo seguí ampliando.
– ¿Tuvo oferta de alguna editorial concreta?
– No, pero pasó Miguel d'Escoto, de Maryknoll, que acababa de fundar Orbis Books. Vio el libro y me dijo: “Lo publico.” Fue el primer libro publicado por esta editorial. Lo hizo traducir y lo publicó en 1973, y ha sido el libro más vendido de esa editorial. Luego pasa el editor de Sígueme, de España, y lo mismo. Otro que se interesó fue Gibellini. La edición italiana es incluso anterior a la española. Ya está traducido como a diez o doce lenguas, también al vietnamés y al japonés.
– ¿Cuál es la oposición principal que recibe el libro?
– Yo diría que más que al libro, era ya a la Teología de la Liberación. Ya mucha gente estaba escribiendo. Se criticaba el enfoque marxista del análisis de la realidad, pero yo no me sentía aludido. Ahora bien, la oposición más fuerte que hemos tenido no ha sido dentro de la Iglesia, sino en algunos componentes de la sociedad civil, en los poderes fácticos, económicos, militares, políticos.
– La discusión abierta es signo de una teología que le dice algo al hombre y a la mujer de hoy, que genera diálogo crítico no sólo al interior de la Iglesia sino con la sociedad.
– Buena parte de las reacciones vienen de la acogida que tuvo. Si me hubiera quedado en un ambiente de intelectuales no hubiera tenido ese impacto. Hubo una acogida de la base, incluso con expresiones que a mí nunca me han convencido, pero que nacen de la buena voluntad, que dicen: “Yo soy de la Teología de la Liberación.” Pero la Teología de la Liberación no era ni es un club en el que uno se inscribe, ni un partido. Se cantaban miembros y luego decían lo que querían y no siempre correspondía con lo que uno pensaba. Son cosas inevitables.
Mural de la Natividad en el centro de la comunidad de Batahola, Managua, Nicaragua
– Pero también hay una necesidad de encontrar fallas a una teología que provenía del sur.
– Un periodista estadunidense me preguntó: “¿Qué piensa la Teología de la Liberación de este problema mundial?” Le dije: “Usted cree que esto es un partido político y que yo soy el Secretario General. Pues no.” También le dije: “A que usted no le pregunta a Metz (Juan Bautista): ¿qué piensa la teología política europea de este problema mundial? A él no, pero a esta teología sí. Claro, porque aquello sí es teología. Metz es alemán.” Algunos reaccionaban de este modo porque piensan que algo venido de América Latina debe tener fallas grandes. Tienen que encontrarlas a como dé lugar. Si es latinoamericano tiene que haber alguna posición rara. Quieren cosificar una teología.
– Si uno se deja llevar sólo por lo que está escrito en la prensa, tal parece que usted ha sido condenado por la Iglesia. Y no es cierto.
– Es curioso. En mi caso nunca hubo condena, ni siquiera hubo un proceso; sí hubo un llamado diálogo, preguntas que siempre estuve dispuesto a contestar.
–¿Le parece válido este tipo de diálogo?
– Siempre he creído que la teología se hace al interior de la Iglesia. En la Iglesia hay carismas distintos. A uno que escribe teología le pueden preguntar que dé razón de su fe, así como damos razón de nuestra esperanza. A ese nivel de preguntas no hay que ofenderse.
– ¿Cuánto duró el diálogo?
– Comenzó en 1983 y concluyó de varias maneras, pero con papel oficial hace cinco años. Durante mucho tiempo todo estuvo en silencio. No hubo nada conmigo.
– ¿Qué dice el texto oficial?
– La expresión es que todo concluyó satisfactoriamente.
– ¿Tuvo varios encuentros cara a cara con el cardenal Joseph Ratzinger?
– Sí, para gran parte de ellos no fui convocado, sino que yo mismo tomé la iniciativa. Ratzinger es un hombre inteligente, educado y, dentro de su propia mentalidad, ha evolucionado, ha entendido muchas cosas. En una ocasión, en Roma, me dijo que había leído mi libro sobre Job. Yo mismo le enviaba mis libros. Siempre he creído que la distancia crea fantasmas. Me dijo que le había gustado y que los teólogos del sur teníamos poesía, que la teología europea era más fría.
– Su modo de proceder ha sido siempre poco conflictivo, enormemente dialógico y carente de dramatismo. Algunos creen que corresponde a su personalidad, pero creo que hay aquí algo profundamente eclesial.
– Exacto. Todo viene de que el mundo que más dice a mi vida no es el mundo intelectual. No es la defensa de mis ideas porque son mis ideas. Me interesa la vida de la Iglesia, el anuncio del Evangelio y la vida de las conferencias episcopales.
– La teología carga la huella de su tiempo. Estamos claramente entrando a otro tiempo en el que no se siente la misma urgencia y se abren otras rutas a la fe.
– Hasta los cuarenta años nunca hablé de la Teología de la Liberación y creo que era un cristiano de verdad. Así que seré cristiano después de la Teología de la Liberación. Cuando me hablan de que ya murió la Teología de la Liberación yo digo: “Pues mira, a mí no me invitaron al entierro y creo que tenía algún derecho.” Luego les digo: “Pues fíjate, creo que un día sí va a morir.” Entiendo por morir el hecho de que no tenga la misma urgencia que antes. Eso me parece normal, fue un aporte a la Iglesia en un determinado momento.
Quino y su visión de la Teología de la Liberación
– Creo que se cuida bien de no convertir a la teología en un ídolo, en una ideología a la defensiva.
– No hay que hacer de una teología una nueva religión. Es la tendencia de la sociedad civil. Algunos piensan que la Teología de la Liberación es una especie de cristianismo distinto, el mío. Y hasta lo dicen elogiosamente, no por criticar. No creen en el cristianismo, pero sí en la Teología de la Liberación. Pues lo siento, lo importante es el cristianismo, no la Teología de la Liberación; ésta sólo se entiende al interior del cristianismo.
– ¿No cree que antes se hablaba de pluralismo teológico, pero era en realidad un pluralismo limitado, es decir, dentro de una mentalidad casi exclusivamente europea?
– Sí, y todavía en la academia teológica se habla de nosotros como teología contextual, un pensar que mantiene una estrecha relación con la realidad. Cuando me dicen esto, yo les digo para molestar: “Ay, usted tiene una idea muy mala de la teología europea. Me está diciendo que no son contextuales. Me está diciendo que es una teología que no tiene relación con la realidad. Una teología en el aire. Yo no creo eso.”
– ¿Ha tenido que luchar contra cierta pretensión de superioridad?
– Muchísimo. Llamar contextual a una y no contextual a la otra es un ejemplo. Todo pensar corresponde a un contexto. Más que un rechazo a la Teología de la Liberación, es una comunicación con un punto menor, como si fuéramos algo subalterno. Ha habido muchas cosas por el estilo. Se aceptaban las ideas, pero se criticaba la Teología de la Liberación. ¿Qué es eso?
– Estábamos acostumbrados a que la teología sólo dialogara con la filosofía y no con las ciencias sociales. Es una novedad que costó aceptar al principio.
– Curioso, porque hoy las ciencias sociales están de lleno dentro de la teología. Esa crítica a la Teología de la Liberación ya prescribió. Y todo esto ocurre a pesar de que nunca dijimos que las ciencias sociales reemplazaban a la filosofía en la teología, sino que ampliábamos el abanico de luces y disciplinas humanas para trabajar el misterio cristiano.
– Además toda teología verdaderamente creadora genera resistencias. Es la prueba de fuego de su valía.
– Evidente. Mira la reacción ante el diálogo de Teilhard de Chardin con las ciencias naturales. Y el ejemplo clásico de Santo Tomás de Aquino. Hablo de un gigante frente a esta teología tan enana como la Teología de la Liberación. Tuvo resistencias enormes, fue condenado por la Universidad de París y tomó siglos que se le reconociera. Él incorporó una filosofía que provenía de un pagano, la repensó, la retomó, la mezcló.
– ¿Cree que estamos ya en un nuevo y mejor momento?
– La cosa más dura y polémica ha quedado atrás. Debe quedar para los historiadores. Y es muy bueno decir que ya pasó. Si algo ha muerto realmente es esta polémica. Yo creo que ya es tiempo de bajar el tono.
– Hay un texto en el que usted se mueve reflexivamente hacia el contexto actual de la globalización y de la postmodernidad y hacia los retos que plantea a la teología. Me refiero al ensayo ¿Dónde dormirán los pobres? Allí comienza a hacer una crítica a la tentación de hacer de la teología misma un ídolo.
– Cuando de alguna cosa que no sea Dios hago un absoluto, caigo en la idolatría. He oído decir: “Teología de la Liberación o nada.” Nunca he dicho: “Si usted quiere comprender a Cristo lea la Teología de la Liberación.” Ahora, si alguien me pregunta si creo que leyendo sobre Teología de la Liberación va a comprender algo importante del cristianismo, pues sí. Es provocador decirlo, pero también la justicia puede convertirse en un ídolo. He visto cómo los pobres son maltratados por personas que se creen mucho más claras políticamente que ellos. Yo estoy muy marcado por una cosa de Pascal que leí a los quince años: “El abuso de la verdad es peor que la mentira.” Uno puede tener la verdad y abusar de ella. La persona es siempre más importante.
– Su reflexión más reciente ha advertido también sobre la tentación de hacer del pobre mismo un ídolo.
– Eso viene del romanticismo de algunos. Hay gente que me dice: “Todo lo he aprendido del pobre, el pobre es tan bueno.” A veces, bromeando les digo: “Usted cree que todos los pobres son buenos y generosos, pues yo no les aconsejo que vayan a mi barrio a las dos de la mañana porque se quedarán como cuando nacieron, sólo que más viejitos.” Es una manera de hacer entender que la opción no se hace porque el pobre sea bueno, sino porque Dios es bueno. Si el pobre no es bueno, pues también. Mucha gente se decepcionó del compromiso porque creían que el pobre era bueno. Si hubiesen entrado porque Dios es bueno, todavía estarían comprometidos.
– De hecho, en un artículo suyo titulado “San Juan de la Cruz en América Latina” deja apuntado que lo que podría ayudarnos a evitar este camino idolátrico (que aunque habla de liberación no libera) sería abrirnos a la dimensión más mística de la fe.
– Si algo tiene la mística es la capacidad de ayudarnos a depurar la noción de Dios. Si vemos el dibujo de San Juan de la Cruz, hay un momento, a partir de la mitad de la falda del monte, en el que dice que a partir de ahí no hay camino. Eso es la mística. Un caminar hacia el Señor. Seguir haciendo de Él, conforme avanza nuestra vida, nuestro único absoluto. Sin esta dimensión mística no hay verdadero compromiso con los pobres. Ahora bien, hay que cambiar la noción de mística. No es como se dice por ahí: salir de este mundo. No se trata de transmitir un mensaje, sino de “transmitir lo contemplado”. A esto hay que añadir la intuición de Nadal: ser “contemplativos en la acción”.
– Lo que a veces se anuncia como mística, incluso en importantes teólogos o estudiosos, todavía tiene excesivas reminiscencias neoplatónicas negadoras del cuerpo de la historia.
– La mística no es un desinteresarse de este mundo. Todavía hay gente que encuentra muy místico a alguien que no pisa tierra. Si no le importa el pobre no estoy seguro de que se trate de una experiencia mística. Es interesante que una mística, Teresita de Lisieux, sea patrona de las misiones.
– Progresivamente usted ha ido insistiendo en la poesía como el mejor lenguaje para hablar de Dios.
– La poesía es el mejor lenguaje del amor. Y Dios es amor. El mejor lenguaje para hablar de Dios es la poesía. Un lenguaje profundo que ve el mundo y ve la relación con el otro desde una dimensión y una hondura que el concepto no ofrece. Aunque no escribamos poesía, la teología misma debe ser siempre una carta de amor a Dios, a la Iglesia y al pueblo que servimos.

viernes, 26 de febrero de 2010

IL DIGIUNO CHE VOGLIO


Di questi tempi, e parlo del tempo di quaresima, il cibo diviene oggetto di discussione: se è vero che l’essere umano, ogni qualvolta ha bisogno di incrementare il legame di comunicazione con gli altri, è portato a radunare i suoi amici intorno ad un banchetto per spezzare lo stesso pane e nutrirsi dello stesso desiderio di stare in relazione, è anche vero che non sempre mangia in “comunione”, anzi, il più delle volte “divora” il cibo, con tutti i suoi commensali. Così, si sente parlare di digiuno e di astinenza dalla carne e difficilmente ne cogliamo il senso: difficilmente ci rendiamo conto dei nostri atti “predatori”, di quell’atteggiamento sotteso che ci spinge a gettarci sugli altri, sulle situazioni, sul mondo, su Dio, come se tutto fosse “commestibile”, come se ogni cosa e persona attirassero l’attenzione per un loro bisogno intrinseco di essere “consumati”.“L’uomo, gettandosi con avidità sulla creazione ridotta a preda, pretende di giungere a quella compiutezza che il suo desiderio cerca - orientato com’è alla pienezza di comunione con gli altri e con il Totalmente altro-, ingerendo in lui l’universo, azione deludente perché lo lascia in fin dei conti in preda a una solitudine opprimente”(C- Bendaly, Il digiuno cristiano, Edizioni Qiqajon). Ed ecco, allora, che: “la disciplina periodica del digiuno…interrompe tra noi e il mondo la relazione di violenza e di delitto” (O. Clément), per trasformarla in incontro di donazione reciproca. Nell’essere “affamati”, nel vivere il desiderio di quel pane che sazia e di quell’acqua che disseta per sempre, si entra in relazione con un Interlocutore che ci rende manifesta l’incapacità di bastare a noi stessi. Un Altro ci attira su un terreno di privazioni scelto liberamente come lo spazio, vuoto, in cui sostare per sperimentare una volta ancora il gaudio di un incontro.L’intera creazione, ora, mi viene ri-donata come offerta di un Amore che chiede di essere accolta e partecipata nella “carne”: “misericordia io voglio e non sacrifici” (Os 6,6). Troppo spesso riduciamo il digiuno e l’astinenza dalla carne in una pratica devozionale attinta da un “rituale” abitudinario. Se deve esserci rinuncia di cibo, che ci sia partecipazione sentita, nelle viscere, dell’indigenza dei popoli della terra; che ci sia impegno appassionato e tangibile nell’abbattimento di tutte le strutture oppressive di una società consumistica che sta “divorando” tutte le risorse del Pianeta; che ci sia una quaresima di condivisione (Eb 13,3), oltre le muraglia dei nostri individualismi. “Quando si sa che occorrono più unità di proteine vegetali per costituire un’unità di proteine animali e il sistema economico attuale fa sì che il quaranta per cento della produzione del grano nel mondo serva a nutrire gli animali per alimentare la popolazione dei paesi ricchi…quando si sa che ‘una quantità crescente di grano prodotto dai paesi del Terzo mondo è oggi diretta rapidamente verso le fabbriche di trasformazione per ingrassare volatili e animali la cui carne è troppo cara per la maggioranza dei consumatori locali’…quando si sa che le terre migliori del Terzo mondo sono accaparrate dalle multinazionali agroalimentari a vantaggio di interessi stranieri associati a quelli di una minuscola élite locale per destinarle a colture d’esportazione, tra cui la soia per l’alimentazione del bestiame dei paesi sviluppati, a svantaggio dei bisogni alimentari degli abitanti dei paesi poveri, la cui malnutrizione si aggrava sempre di più…allora l’astensione dalla carne durante il digiuno prende un significato simbolico nuovo che si aggiunge a quelli già segnalati. Viene vissuta come comunione con la miseria di tutti coloro che il sistema economico capitalista priva non solo della carne ma del minimo vitale di proteine vegetali, che gli sono in qualche modo strappate di bocca per sovralimentare con la carne la popolazione dei paesi ricchi e coloro che nei paesi poveri partecipano dei loro privilegi.” (C. Bendaly)Ed ecco che, dal bisogno di cibo, può scaturire quel desiderio di comunione con Dio e con ogni essere umano che trova realizzazione nel ritrovarsi radunati intorno ad una stessa mensa, in piena condivisione.

AMORE, PREGHIERA ED AZIONE


Ha ancora senso proporre all’uomo d’oggi, preso dal vortice degli affari e preoccupato di garantirsi una vita tranquilla e agiata, la preghiera, il ritiro nella “cella dell’anima”, per colloquiare con Dio, per abbandonarsi alla sua contemplazione? Una certa mentalità pragmatica, che ha attecchito anche tra i cristiani, ritiene che ogni momento sottratto al fare sia una inescusabile perdita di tempo, un imperdonabile venir meno alle proprie responsabilità storiche. Torna qui a farsi valere, sebbene dentro un orizzonte interpretativo diverso, l’antica dicotomia tra contemplazione ed azione, secondo cui la vita contemplativa presuppone la “fuga dal mondo”, un mondo visto come costitutivamente peccaminoso, come luogo della perdizione.
Questa visione così pessimistica delle realtà terrene è stata quasi sempre funzionale ad una prospettiva di conservazione dello status quo e di conseguente riduzione intimistica della fede, destinata ad educare alla rassegnazione di fronte alle ingiustizie, affidandosi agli imperscrutabili disegni divini. Sono state date molteplici definizioni della preghiera e ci piace qui ricordare quella di santa Teresa di Gesù. “Per me l’orazione mentale non è altro se non un rapporto di amicizia, un trovarsi frequentemente da solo a soli con chi sappiamo che ci ama”.
Ora, a partire da questo approccio, la preghiera, facendo crescere nella comunione con Dio, porta a guardare gli altri con gli occhi di Dio, a far proprio il suo sguardo misericordioso, ad avere verso il mondo il suo stesso amore. “Dio infatti ha tanto amato il mondo da dare il suo Figlio unigenito, perché chiunque crede in lui non muoia, ma abbia la vita eterna” (Gv 3,16). “Chi non ama non ha conosciuto Dio, perché Dio è amore” (1Gv 4,8).
L’amore è la radice del nostro essere e della nostra fede, un amore che da un lato si alimenta nella preghiera per riversarsi sui fratelli e che dall’altro nel rapporto con essi cresce risospingendoci verso Dio. Nelle settime mansioni del Castello interiore, Teresa d’Avila esplicita con chiarezza il nesso tra contemplazione e azione: “Questo è il fine dell’orazione, figlie mie; a questo serve il matrimonio spirituale, a far nascere sempre nuove opere”. Marta e Maria “devono procedere insieme, perché si possa ospitare il Signore, tenerlo sempre con sé e trattarlo come si conviene, offrendogli il necessario nutrimento”.
Le due sorelle di Betania, Marta e Maria, simboli dell’azione e della contemplazione, al vertice della vita mistica giungono a fondersi, ricomponendo la scissione antropologica tra operosità e contemplazione. “Si potrebbe dire che, il ‘tipo’ puro cristiano non è il contemplativo o l’apostolo, ma il risultato dell’unione esistenziale di orazione ed impegno apostolico” (M. Herraiz Garcìa).
In riferimento alla nostra condizione laicale quello che ci è chiesto è di essere contemplativi nella storia, di fare della nostra vita una preghiera, di essere nel mondo un segno percepibile dell’amore di Dio per l’uomo. Quando dentro le occupazioni quotidiane si mantiene stabile questo ancoraggio a Dio la vita ne esce trasfigurata e nel contempo diviene passione per l’umanità sofferente.
Non quindi credenti gelidamente indifferenti ai drammi e alle tragedie che devastano la società contemporanea, ma cristiani che si immergono con forza profetica dentro i travagli della storia per essere solidali con gli ultimi, con i poveri, con coloro che secondo la logica mercantilistico-capitalistica non valgono e non contano nulla. Un cristianesimo piccolo-borghese ci ha forse abituati a ridurre il precetto evangelico dell’amore del prossimo ad una serie di gesti di beneficenza, di cui è costellata la vita di tante comunità, dalla fede esangue e rituale. Qui ci è richiesto ben altro, qui ci è richiesto di vivere nell’ottica del dono integrale di se stessi, senza limitazioni e accomodamenti “realistici”.
L’orazione e l’azione – scrive Rafael Checa – “sono entrambe espressioni dello stesso amore, della stessa fede, della stessa speranza. Soltanto quando queste scompaiono o si affievoliscono si opera il divorzio, perché l’interiorità diventa ‘intimismo’ che sopprime l’impegno, e l’azione si trasforma in ‘attivismo’ che distrugge l’interiorità”.
Come cristiani siamo chiamati ad un percorso di purificazione attraverso il duro e doloroso confronto con le tenebre di una realtà iniqua, dove la dignità dell’uomo è calpestata. E Gesù Cristo ci si rivela attraverso il volto dei sofferenti e dei poveri, delle vittime dei meccanismi perversi dell’economia del profitto. Uno slancio d’amore, che spezzando l’isolamento monadologico, diventa condivisione radicale delle sofferenze dell’altro e annuncio di liberazione.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Tendencias suicidas y estrés: Más común en niños adoptados por homosexuales


Oscar Rivas, presidente de Renacer, subrayó que de acuerdo a la experiencia internacional se concluye que en materia de adopciones lo que debe prevalecer es el derecho de los niños o niñas con posibilidad de ser adoptado, no el de los padresUn estudio presentado en el Simposio "Adopción Homosexual. Lo que la Ciencia ha Descubierto" realizado en México, reveló que la mayoría de niños adoptados por parejas formadas por personas del mismo sexo registran "un mayor nivel de estrés", llegan a "tendencias e intentos suicidas" y además muestran "vergüenza y enojo al tratar de esconder, ante sus compañeros y familiares, la homosexualidad de su padre o madre".El Simposio fue organizado por el Instituto Mexicano de Orientación Sexual, Renacer, con el fin de proveer información científica sobre la homosexualidad, las adopciones homoparentales y sus impactos en el desarrollo infantil.En este sentido se presentó el estudio "Investigación Relativa a la Paternidad y Adopción Homosexual" del profesor de Neuropsiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Escuela de Medicina de la Universidad de Carolina del Sur (EE.UU), George A. Rekers, que plantea que "las niñas y niños adoptados por parejas de lesbianas y homosexuales registran un mayor nivel de estrés al que ya de por sí les genera su condición de huérfanos o abandonados por sus padres biológicos" y que dicha situación "provoca en los menores diversos traumas y trastornos del comportamiento que incluso llegan a tendencias e intentos suicidas"."De acuerdo con diversos estudios que contienen testimonios de hijos de padres homosexuales, la mayoría de éstos reconoció haber padecido fuertes emociones, tales como miedos, ansiedad, aprehensión, vergüenza y enojo al tratar de esconder, ante sus compañeros y familiares, la homosexualidad de su padre o madre", agrega.Sistemas de AdopciónAsimismo, al referirse a los "matrimonios" homosexuales, el estudio señala que "son significativa y sustancialmente menos estables y más cortas en promedio, comparadas con el matrimonio entre hombre y una mujer" por lo que "los hogares con un adulto homosexual contribuyen inevitablemente a un índice sustancialmente mayor de cambios en los hogares de adopción"."Debido a la alta incidencia de trastornos psicológicos de los niños que entran al sistema de cuidados adoptivos estos niños son especialmente vulnerables a un daño psicológico y a una creciente desadaptación cuando se les impone un estrés significativamente mayor por la presencia de un adulto con prácticas homosexuales en el hogar adoptivo", añade.Por su parte, Oscar Rivas, presidente de Renacer, subrayó que "de acuerdo a la experiencia internacional y apoyados con diversos estudios e investigaciones, se concluye que en materia de adopciones lo que debe prevalecer es el derecho de los niños o niñas con posibilidad de ser adoptado, no el de los padres".El Simposio se realizó luego de que los Diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobaron reformas sobre la adopción homosexual, sin considerar la posición de diversos sectores involucrados en el tema. El estudio del profesor George A. Rekers sirvió de base para prohibir la adopción de parejas del mismo sexo en Florida, luego de un litigio en la Corte de ese Estado.

Dormir la siesta mejora las habilidades mentales


Dormir una siesta no sólo renueva el cerebro sino que también mejora las habilidades mentales, según un estudio revelado en la conferencia anual de la Asociación estadounidense para el avance de la ciencia (AAAS), celebrada el fin de semana en San Diego, California.
"El sueño tiene efectos reparadores tras un prolongado período de vigilia, pero también aumenta las capacidades neurocognitivas en comparación con las que existían antes de dormir", dijo el domingo Matthew Walker, profesor de psicología de la Universidad de Berkeley y principal autor de estos estudios.
Para esta investigación fueron examinados 39 adultos jóvenes divididos en dos grupos, uno de los cuales durmió una siesta y el otro no. Al mediodía, todos los participantes fueron sometidos a ejercicios mentales dirigidos principalmente a activar el hipocampo, una región del cerebro que ayuda a almacenar la información. Ambos grupos tuvieron un rendimiento similar.
A las 14h00, el grupo seleccionado para la siesta se fue a dormir durante 90 minutos, mientras que los otros se mantuvieron despiertos. Más tarde en el día, a las 18h00, todos los participantes del estudio se sometieron nuevamente a una serie de ejercicios mentales en los que debieron memorizar información. Los que se quedaron despiertos todo el día bajaron su rendimiento en comparación con los ejercicios anteriores. En tanto, los participantes que habían dormido la siesta rindieron notablemente más e incluso mejoraron sus habilidades, señalaron los investigadores.
Estos resultados apoyan la hipótesis de que el sueño es necesario para borrar la memoria a corto plazo en el cerebro y hacer espacio para la nueva información, dijo Walker.
Desde 2007, los psicólogos y otros investigadores que trabajan sobre el sueño han demostrado que las informaciones factuales se almacenan temporalmente en el hipocampo, antes de transferirse a la corteza prefrontal del cerebro, que tiene una mayor capacidad de memoria. Y esta transferencia parece ocurrir al dormir y durante una fase específica del sueño.
Electroencefalogramas que miden la actividad eléctrica del cerebro indican que esta renovación de la capacidad de memoria del cerebro se produce durante una fase específica del sueño ligero (llamada Fase 2 no-REM), que se encuentra entre la fase de sueño profundo (REM) y la marcada por movimientos rápidos de los ojos.

A. Latina: más de 200 idiomas en peligro


De acuerdo con la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (OACDH), más de 248 idiomas originarios en América Latina corren el riesgo de desaparecer.
La organización internacional exhortó a que se apliquen medidas efectivas para evitar que los idiomas utilizados por miles de nativos en toda la región se extingan.
Además, hizo un llamado para que se fomente su uso en una de las regiones con mayor diversidad lingüística del mundo.
"Los estados deben impulsar la educación bilingüe así como la producción de material educativo digital en idiomas nativos", señala esa instancia.
Según el órgano de la ONU, "la oportunidad de transmitir creencias y tradiciones a través de la lengua materna representa no sólo un derecho cultural, sino una herramienta esencial para garantizar el conocimiento sobre los derechos humanos".
Otro organismo de la ONU, la UNESCO, indicó que 90% de los idiomas del mundo desaparecerán en los próximos 100 años.
"Inminente"
De acuerdo con el representante para América Latina de la OACDH, Amerigo Incalcaterra, existen más de 600 lenguas originarias en la región. Sin embargo, son más de 248 las que están en situación crítica.
"El número de personas que hablan un idioma en específico pudiese ser insignificante si se toman en cuenta comunidades pequeñas, pero perder la riqueza de un idioma es sumamente serio", le dijo Incalcaterra a BBC Mundo.
"Lo mismo sucede cuando nos preocupamos por la extinción de una especie de la vida animal. En este caso, estamos hablando de la pérdida de riquezas culturales".
Para el funcionario, existen varias razones por las cuales algunos idiomas están en peligro "inminente" de desaparecer de América Latina: su ausencia dentro del sistema escolar formal, la imposibilidad de poder enseñar en esa lengua, la salida de jóvenes indígenas hacia áreas urbanas, entre otras causas.
"Civilizados"
El vocero de Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), Tito Puanchir, le dijo a BBC Mundo que las políticas gubernamentales de los diferentes gobiernos han incidido en la falta de uso de los idiomas indígenas.
"Si no hablas el español o el castellano no eres civilizado. Tienes que saber leer y escribir. Debes ser alfabetizado para que puedas ingresar al sistema estatal ecuatoriano", indicó Puanchir.
Por otra parte, el portavoz de la CONAIE destacó el rol desempeñado por empresas transnacionales.
"Estas compañías han introducido otras culturas, otras costumbres, y han desechado las tradiciones de las nacionalidades indígenas".
Cuatro provincias de la comunidad kichwa en Ecuador, según explicó Puanchir, no hablan ni practican su idioma. Sin embargo, con el transcurso de los años, se han ido implementando programas con esos grupos indígenas para evitar la extinción de su lengua.
Desplazamiento
La líder indígena arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta de Colombia, Ati Quigua, le dijo a BBC Mundo que el conflicto armado que vive su país ha amenazado a los idiomas nativos.
"Para los indígenas que han sido desplazados, que se encuentran fuera de sus ambientes naturales, se les hace muy difícil preservar su lengua materna, pues ésta se convierte en una barrera".
"Niña indígena de la tribu Caranqui en Ecuador"
"El niño que está fuera de su comunidad no tiene la posibilidad de practicar la lengua con otros miembros de su grupo, ya que muchas familias llegan a la capital y se aíslan", indicó Quigua.
"La mamá está sometida a la esclavitud doméstica y no le puede dedicar atención a su hijo y el niño va a guarderías y escuelas donde no están dadas las condiciones para que socialice usando su lengua".
Para la líder indígena es importante que en Colombia exista una Academia de Lenguas Indígenas para que se difunda su conocimiento y práctica.
A Quigua le parece discriminatorio que no se considere como un idioma oficial las lenguas de los pueblos indígenas.
"En las universidades, las lenguas indígenas deben ser una opción tan importante como el inglés y el francés", señaló la líder arhuaca.

sábado, 20 de febrero de 2010

PASSIONE PER LA REALTA'

Abbiamo bisogno di “liberazione”; l’uomo di ogni tempo necessita dell’intervento di qualcuno o di qualcosa che lo liberi. Perché “l’uomo di sempre” desidera profondamente la felicità, ma si prostituisce facilmente all’idolo di passaggio. Non che a farla da padrona nelle scelte di vita sia una sorta di ingenuità, che tutto abbraccia con lo sguardo di chi è incapace di riconoscere il marcio dentro le situazioni che allettano. Piuttosto ci si ritrova con le idee un po’ confuse, di chi anela al tutto, ma finisce per impastarsi con il niente. Stiamo in mezzo a tante persone, ma ci sembra di scontrarci con fantocci senza volti; gente artefatta, chiusa in se stessa, gelosa nel custodire i propri segreti, attenta a non lasciar trapelare all’esterno le proprie debolezze, i propri limiti, il bisogno dell’uomo di essere compreso, aiutato ed amato. E non solo. Presi da una sorta di paranoia collettiva siamo “sospettosi” nei confronti di chiunque; soprattutto di chi ci si approssima con la sua sofferenza, mendicante compassione e misericordia. Siamo capaci di provare solo sentimenti che siano palliativi delle nostre ansie ed insoddisfazioni, emozioni ricercate per scacciare la noia, trasporti affettivi utilizzati come efficaci cure antidepressive: come se il gesto gratuito del donarsi fosse una grande perdita di tempo. Abbiamo bisogno di invocare la “liberazione” dall’egoismo, dall’infantilismo, dall’immaturità, dall’incapacità di vivere nella semplicità, nevrotizzati dall’ansia del primeggiare sugli altri.E’ questo il Regno di Dio? Eppure l’eternità è incarnata nel presente; l’oggi è la nostra occasione, il tempo da santificare, il momento scelto dal Padre per venirci incontro, il luogo del nostro riscatto, il corpo di Chi giunge a donarci liberazione: “ascoltate oggi la sua voce: non indurite il vostro cuore”.
I teologi della liberazione, forti del contatto con un popolo che vive le ingiustizie del Primo Mondo, invitano ad abbracciare un cammino di santità più concreto, che scaturisce dalla “passione per la realtà”, “una santità che esce da se stessa per andare in cerca dei fratelli. Non ha come obiettivo il raggiungimento della propria perfezione, la perfezione del proprio io, ma il conseguimento della ‘vita in abbondanza’ (Gv 10,10) per i fratelli. E’ una santità tutta rivolta fuori di sé verso il progetto di Dio per la nostra storia…Una santità che non rifugge dalla lotta, dalla modernità, dalla città…solo che le affronta a partire dallo Spirito…Una santità ‘fuori le mura’, nel mondo: in mezzo al mondo che Dio ha tanto amato (Gv 3,16), il mondo nel quale Dio ha mandato il proprio Figlio per salvarlo (Gv 3,17), il mondo nel quale Dio invita anche noi (Mt 28,19)”.
Questo mondo, sotto molti aspetti, non ci piace: lo critichiamo, ce ne allontaniamo e, a volte, lo eclissiamo, rifugiandoci dentro oasi felici, miraggi di comunità con le porte sprangate e le finestre murate, dove nulla di ciò che è reale ha libero accesso. Qualunque tipo di fuga non può essere il frutto della fede che dona sempre uno sguardo contemplativo sulla realtà, un riconoscere la storia della salvezza nello svolgimento della trama del quotidiano.Ecco, allora, che la santità che ci viene richiesta è “una santità dello ‘stare nel mondo’, dell’essere mondo, senza essere del mondo cattivo. Stare nel mondo con i piedi ben poggiati per terra, col desiderio vivo che il mondo sia diverso, che il mondo diventi Regno…Non è una santità che cerchi di ‘salvarsi dal mondo’, neppure di ‘salvarsi nel mondo’, ma che cerca di ‘salvare il mondo’ “.
Cerchiamo di capire come muoverci dentro questa realtà; spesso ci perdiamo e allora ci affidiamo ad una “guida spirituale” e veniamo invitati ad operare una “conversione del cuore”: se la società è ingiusta sotto vari aspetti, se mostra sempre più un volto disumano, insensibile nei confronti della sofferenza, della povertà, dei problemi degli ultimi, se è riuscita ad obliare la nostra coscienza, se ci ha resi insensibili, chiusi, egocentrici, allora non basta convertire solo il nostro cuore, ma è indispensabile operare una conversione della società intera, a livello di strutture.Poiché noi tutti aspiriamo a vivere in un mondo che incarni lo spirito della pace, della giustizia, della misericordia, della libertà, della vita, del perdono, della fraternità, dell’amore: il Regno di Dio!“Il Regno di Dio non intende essere un altro mondo, ma questo vecchio mondo trasformato in nuovo, per gli uomini e per Dio stesso: ‘nuovi cieli e nuova terra’ “.Prendiamo su di noi la causa di Cristo, la realizzazione del suo Regno, già su questa terra; trasformiamoci in donne e uomini nuovi, capaci di fare in modo che Dio regni in ogni cosa, in tutte le situazioni, dentro ogni istante delle nostre giornate. Che la realtà stessa, sotto tutti i suoi aspetti, possa divenire un roveto ardente da contemplare: “seguitiamo perciò a innalzare il grido più vero che mai sia risuonato in questo mondo: venga il tuo regno! Passi questo mondo e venga il tuo regno! Vieni, Signore Gesù”.

LA PICCOLA VIA DI TERESA DI LISIEUX

El 9 aprile 1888 Teresa entra per sempre nel Carmelo di Lisieux, in quel “deserto in cui il buon Dio voleva che andasse a nascondersi”, per crescere nella piccolezza , per elevare il canto d’amore a Dio solo, scomparsa agli occhi del mondo, nell’oblio di se stessa, persa totalmente nel suo centro, là dove Gesù dimora. Abbraccia questa strada con la determinazione di chi decide di voler camminare per la via della croce: “la sofferenza mi ha teso le braccia e io mi sono gettata in esse con amore”. Fin dall’età di quattro anni e mezzo la sofferenza era entrata nella sua vita: il dolore per la morte della madre l’aveva resa tanto fragile che gli accadimenti futuri, l’ingresso al Carmelo della sorella Paolina seguita dopo alcuni anni dalla sorella Maria, la aprono all’esperienza dell’abbandono, della solitudine, della insicurezza. Trova la forza di risollevarsi e di mirare caparbiamente alla santità, all’unione con il suo Amato nella cella di un carmelo, nella convinzione che “una giornata di carmelitana passata senza sofferenza è una giornata perduta”. Il granello di sabbia desidera perdersi nel deserto, poiché nel deserto si anela solo all’essenziale. I primi cinque anni al Carmelo sono i più dolorosi e tanti sono gli avvenimenti che la prostrano fino all’abbandono totale; la malattia del suo adorato padre rappresenta la prova più dura da affrontare: avendo dato ripetuti segni di squilibrio, il signor Martin è ricoverato in una casa di cura, affidato a mani estranee, trattato con la forza che il tipo di malattia richiede, nell’umiliazione di battute indelicate e offensive. A questo tormento interiore si aggiunge uno stato di prolungata aridità nell’orazione: ”Gesù dormiva, come sempre”! Lo stesso sonno che investe Teresa, che la priva di ogni consolazione, che la immerge nella notte in cui i sensi sono paralizzati e si vive il cammino verso Dio tra il pianto e l’amarezza. Allora Teresa abbraccia la sofferenza, le riconosce il privilegio di rendere umili i cuori, più puri i gesti d’amore: “quale grazia quando al mattino non sentiamo nessun coraggio, nessuna forza per praticare la virtù…Invece di perdere il tempo a raccogliere qualche piccolo lustrino, si attinge nei diamanti (le lacrime!). Quale vantaggio alla fine del giorno!...”.
Teresa ha trovato la via per la santità: la sofferenza che immola, rompe la propria volontà, rende perfetti nell’umiltà. Ma questa non è ancora l’esaltante piccola via dell’infanzia spirituale! Più tardi le grandi prove la lasceranno: il padre muore ponendo fine alle sue sofferenze, viene eletta come priora la sorella Paolina, Madre Agnese, e Teresa è raggiunta al Carmelo da Celina, sorella e compagna privilegiata di giochi, di confidenze e di profonde condivisioni. Eppure l’aridità non scompare: le prove cessano, ma la debolezza rimane, emerge con prepotenza la miseria dell’io che con le sue sole forze non sa raggiungere lo scopo!
“Ho sempre desiderato essere una santa, ma ahimè, ho sempre accertato, quando mi sono paragonata ai santi, che tra essi e me c’è la stessa differenza che esiste tra una montagna, la cui sommità si perde nei cieli, e il granello di sabbia oscura calpestata sotto i piedi dei passanti”. Non è più Gesù che abbassa con le prove della vita, è la miseria, la debolezza, i limiti umani che fanno stare a terra. Allora Teresa cerca “il mezzo di andare in Cielo per una via ben diritta, molto breve, una piccola via tutta nuova…Vorrei trovare un ascensore per innalzarmi fino a Gesù. Perché sono troppo piccola per salire la dura scala della perfezione.”
Celina entrando al Carmelo porta con sé un taccuino dove aveva ricopiato numerosissime citazioni dai libri della Sacra Scrittura. Alle novizie non era permesso consultare la Bibbia, pertanto l’antologia scritta a mano da Celina rappresenta per Teresa la fonte a cui mendicare l’acqua della Parola viva.
Trova una prima indicazione di questo ascensore: “Se qualcuno è piccolissimo, venga a me” (Pro 9,4). Gesù invita i piccoli, i miseri, i deboli, i peccatori, coloro che hanno maggiormente bisogno di essere sorretti.
“Allora sono venuta…e per sapere, o mio Dio, quello che voi fareste al piccolissimo che risponde al vostro appello, ho continuato le mie ricerche, ed ecco ciò che ho trovato: ‘Come una madre accarezza il proprio figlio, così io vi consolerò, vi porterò sul mio seno e vi cullerò sulle mie ginocchia!’ (Is 66,12-13)”. Teresa scopre quanto Dio sia infinitamente misericordioso: ha bisogno di abbassarsi verso il niente per trasformare in fuoco, in fiamme d’amore questo niente! Un Amore che si china verso il debole, il misero, il peccatore per colmare le sue mancanze; un Amore che può abbracciare se trova davanti a sé la piccolezza di chi si abbandona fiducioso tra le braccia del Padre, di chi sgrana gli eventi della vita per rende amore per amore, di chi trasforma ogni istante in un fiore donato.
Teresa comprende che la strada più efficace per essere elevata è il lasciarsi portare, è divenire bambino che confida, senza esitazione, passo dopo passo, in Colui che lo conduce: allora ogni gesto è occasione per diventare ricettacolo della presenza di Dio che viene, riempie e solleva.
Non si cercano più i grandi gesti, non si aspira a opere eclatanti, ci si abbandona alle “piccole cose” della quotidianità, certi di attirare irresistibilmente il Dio Misericordioso che giunge e completa: una comunicazione continua tra una fiducia che audacemente attende ed un Amore che misericordiosamente porta a compimento.
La piccola via dell’infanzia spirituale di Teresa di Lisieux esige uno stare a mani vuote, senz’altro appiglio che “la fiducia e nient’altro che la fiducia”!

jueves, 18 de febrero de 2010

VOLTO DI DONNA

Senza nulla togliere alle innumerevoli manifestazioni devozionali che nei secoli hanno alimentato il culto a Maria, senza svalutare i tanti atteggiamenti di intima comunione con colei che è ritenuta madre di Dio, ci sembra indispensabile ri-dare valore ad una donna che, troppo spesso, viene considerata esclusivamente come canale di mediazione, interprete privilegiata di desideri, richieste, aspettative da far giungere a un Dio lontano. Senza nulla togliere! Maria si pone come unica manifestazione largamente diffusa ed "accettata" del volto femminile di Dio all'interno di una visione androcentrica che non mostra tanta disponibilità a lasciare un po' più di spazio alle donne: Maria la troviamo nelle icone disseminate nelle nostre case, nelle nicchie dei nostri santuari, sulle medagliette da portare al collo, sulle immaginette tenute nei nostri testi di preghiera, nella denominazione di tante nostre associazioni, come patrona di tante città o paesi. Si ha, però, timore che tutto questo devozionismo mariano sia funzionale ad un modello di supremazia maschile che vuole la donna, ogni donna, docile ed obbediente.
A ben vedere, le immagini di Maria portate in processione, mettono in risalto la sua dimensione materna con la capacità di evocare uno spazio dentro il quale il divino ha posto la sua dimora: linguaggio simbolico e concreto che contrasta con tante predicazioni mariane che sminuiscono il senso di questa presenza creativa in ogni essere umano, gravido di quello Spirito che dà vita e genera nuova umanità. "Che lo Spirito santo sia sceso su una persona ed essere stati coperti dall'ombra della potenza dell'Altissimo, nella storia della comunità giudaica non è qualcosa di superficiale. E' l'annuncio che la persona sta per essere trasformata in un profeta, sta per essere scelta da Dio con il compito di portare la Parola di Dio al popolo. La vita è arrivata a compimento. Il profeta non ha altra vita che quella di portare la Parola di Dio al mondo"(M. McKenna, cfr. in Concilium 4/2008).
Quando ci rivolgiamo a Maria dovremmo tenere ben presente il ritratto di una donna vissuta nella Palestina del I secolo, in un contesto socio-economico di povertà, di oppressione, destinata agli umili lavori di contadina, povera tra i poveri, emarginata tra gli emarginati, che si fa voce per l'annuncio di una buona novella di liberazione. E il canto del Magnificat, che dirompe dal suo corpo gravido, si impone con la forza di un messaggio proclamato coraggiosamente da chi, donna, ha consapevolezza di essere testimone di un nuovo inizio della storia; un canto che "rimane lì, per gridare per sempre l'azione di Dio tra gli uomini e le donne, e per annunciare per secoli che i potenti saranno abbattuti, i ricchi saranno spogliati e che i piccoli/umili e poveri debbono essere ricompensati nella dinamica del regno di Dio, incarnata dalla comunità dei credenti"(C.N.Velasco).
Non ce ne vogliano tutti gli affezionati alla recita del rosario; non siamo intenzionati a togliere importanza ad una pratica devozionale così diffusamente e tanto lungamente esercitata. Desideriamo accostare ad essa la voce e l'iniziativa concreta di una donna, affinchè la preghiera scenda dalla bocca alle mani per divenire "impasto" di salvezza da offrire agli altri. Come a Cana, quando mancava il vino; come in qualunque altra situazione di privazione, quando mancano il pane, il lavoro, una casa, gli affetti, la libertà: "proprio come le sue parole spingono Gesù ad agire a Cana, così l'impegnativo appello di Maria si rivolge alla coscienza della chiesa, che oggi è corpo di Cristo nel mondo. Anche se le persone che abitano in nazioni ricche preferirebbero non sentirla, la sua voce risuona attraverso i secoli: 'Non hanno più vino...dovete agire' "(E. A.Johnson).
Maria Concetta Bomba ocds

L'ULTIMA SOLITUDINE

Accade spesso che la realtà ci provochi, con i suoi eventi imprevedibili, a ripensare i nessi che sorreggono la nostra vita, a partire dalle situazioni più remote conservate nella memoria: e la realtà provoca quasi a voler ridestare l'essere umano dal suo sonno appagante per risvegliarlo alla luce di un giorno mai visto prima. Dio Padre provoca l'essere umano dentro la quotidianità delle sue giornate: attraverso i suoi fallimenti, i suoi errori, le delusioni, le aspirazioni irrealizzate, i desideri irragiungibili. Dentro il suo limite l'essere umano è provocato ad urlare il suo bisogno di redenzione.
Accade così che il limite diviene "segno" di un Assoluto desiderato ed invocato. Soprattutto nei rapporti umani, dentro tutti i nostri legami affettivi, sperimentiamo il nostro bisogno infinito d'amare e di essere amati, così come ci scontriamo con la drammatica constatazione dell'inadeguatezza di ogni essere umano a realizzare pienamente questo desiderio.
"La Sacra Scrittura ci parla di un uomo, Adamo, considerato prima di ogni differenziazione sessuale: la sua caratteristica è quella di essere signore della creazione intera, ma di essere tuttavia "solo": una "solitudine infinita", per così dire, che indica la sua assoluta diversità da tutto ciò che esiste, il suo essere fatto per "altro", il suo avere per interlocutore e per partner soltanto quel Dio che lo ha creato simile a sé".
In ogni tipo di relazione, sponsale, amicale o filiale, la spinta che avvertiamo nell'entrare in comunione con l'altro è ugualmente manifestazione di un originario bisogno di Amore totalizzante che si esprime attraverso tutte le componenti del nostro essere: nella passionalità del trasporto emotivo, nell'invasività dell'elaborazione mentale, nella tenerezza del contatto corporeo. Dentro ogni affetto umano si sperimenta la tensione verso l'Assoluto, il bisogno umano di vivere nella totalità l'esperienza d'amore percepita tramite l'altro; ma c'è una incomunicabilità ultima, positiva, tra le persone che impedisce di afferrare il mistero dell'altro, così come ci si scontra con il limite di cui ognuno è portatore. Dentro ogni tipo di legame si sperimentano incomprensioni, chiusure, freddezza, mancanza di comunicazione, tradimenti: è la realtà che ci provoca a trasformare l'esperienza del limite in occasione di preghiera invocante Cristo che redime.
L'esperienza della solitudine, intesa come un esser fatti esclusivamente per Dio, trasforma l'esistenza in contemplazione del volto di Cristo dentro ogni evento. "Il vero amore esige sempre che ciascuno conservi, in un certo modo, un'esperienza di solitudine, una solitudine buona. Occorre che ciascuno mantenga in sé una specie di cella, una cella di monaco, per il proprio rapporto unico con l'Assoluto...Ciascuno dovrebbe poi recarsi nella sua "cella interiore" per gustare in solitudine il segno esperimentato: nel momento dell'unità - lo abbia fatto coscientemente o no - ciascuno ha parlato all'altro di Dio. Ma ciò lo riconoscerà solo successivamente: in un buon momento di solitudine, quando parlerà a Dio dell'altro" (A. M. Sicari).
M. Concetta Bomba ocds

SULL'AMICIZIA


“Finché vivo sentimenti d’amicizia verso qualcuno, senza che l’altro ne sia consapevole e li contraccambi, non esiste ancora amicizia tra noi. Solo quando due esseri umani hanno reciprocamente espresso i loro sentimenti, solo quando ciascuno conosce quelli dell’altro e li contraccambia, esiste un rapporto di amicizia. Le persone che sono in questo rapporto, sono amiche. Tale rapporto fa parte, ora, del loro essere personale, contribuisce a determinare la loro vita.”.
Per E. Stein il tema del rapporto con gli altri è sempre stato centrale nelle sue trattazioni; fin dal suo giovanile lavoro su Il problema dell’empatia ha puntato l’attenzione sulla capacità dell’essere umano di entrare in relazione con il suo simile, di captarne il vissuto interiore per stabilire un legame comunitario arricchente. L’altro/a, visto/a come persona amata, è colui/colei che rende partecipe veramente l’amico alla propria vita, gli si rivolge non per “dovere” ma per bisogno, considera il coinvolgimento della persona cara nelle “faccende personali” come atto di unione e non di “violazione della propria libertà”: “L’amore naturale tende ad avere per sé la persona amata e a possederla nella maniera più indivisa possibile”. E’ pur vero, dice E. Stein, che “spesso – anzi prima o poi sempre”, il desiderio di conquistare e conservare per sé l’amico amato conduce alla sua perdita; ma chi ama con lo stesso amore con cui ama Cristo, desidera l’altro per Dio e non per se stesso: “questa è naturalmente nello stesso tempo la via più sicura per possederlo eternamente”.
Chi dona il proprio amico lo guadagna e “la vita può non essere completamente insopportabile se si sa che c’è una persona per la quale questa vita è più cara che la propria”.

M. Concetta Bomba ocds

martes, 16 de febrero de 2010

IL PENSARE FRANCESCANO…


RIFLESSIONI SULLA CONFERENZA DI ORLANDO TODISCO
(Centro Studi “Edith Stein”, Lanciano, 12.02.05)


Il discorso filosofico possiede la particolarità di affascinare alcuni e di infastidire altri: alcuni vengono ammaliati da argomentazioni impostate e sviluppate con la sistematicità del procedimento filosofico, come una patina di inutilità tra parole ritenute vuote elucubrazioni dell’intelletto.
Spesso la filosofia si pone come discorso senza senso, distaccato dal reale, lontano dall’affrontare e proporre ipotesi di comprensione dei dubbi di un pensiero che vive il quotidiano. Ma il discorso filosofico che procede con coerenza alla propria natura di essere, cioè, discorso innamorato della verità, parte dal reale per impostare un “trattato sulla vita”.
La conferenza del 12.02.05, magistralmente tenuta da padre Orlando Todisco (docente presso la Pontificia Facoltà Teologica San Bonaventura dei frati minori conventuali) sulla particolarità della filosofia francescana, ha mostrato il risvolto concreto a cui conduce un pensare filosofico onesto nei confronti dei suoi poteri e dei suoi limiti.
Una affermazione è risuonata a lungo: “l’occidente è la terra della ragione, la terra dell’autonomia, è la terra tendenzialmente atea”. L’uomo occidentale ha privilegiato la razionalità, il logos, affidando ogni pensiero, ogni azione alla supremazia di una ragione che procede poggiando esclusivamente su se stessa, rifiutando come privo di senso tutto ciò che oltrepassa il suo orizzonte, che sfugge al suo controllo, che ne impedisce la sua totale sovranità. L’occidente, ha ribadito spesso Todisco, è ateo non perché nega Dio, ma perché lo riconduce alla sua logica, dentro la sua razionalità, quella del primato del vero, che rimarrebbe tale anche se Dio non esistesse. L’occidente, che è terra della ragione, del possesso, della manipolazione, del dominio assoluto, che ha reso l’uomo padrone incontrastato del “tutto”, deve diventare la terra della libertà. “La filosofia francescana vuole proporre come criterio interpretativo del reale, non la razionalità, il vero, ma il bene: le cose sono perché volute, il bene è l’espansione dell’essere, la moltiplicazione dell’essere”.
L’uomo è un ens volitum, una creatura voluta, pensata, sognata, immaginata, amata; non venuta all’essere per merito o per diritto o per premio o per castigo. Il mondo, le creature, l’essere è chiamato all’esistenza dal nulla, in totale libertà, con un gesto di gratuità estrema. “Ora, se è la bontà alle sorgenti dell’essere, la logica, che presiede al suo accadimento, è la logica del dono, che è la logica di ciò che non è deducibile né prevedibile, che può essere solo accolto con sorpresa e gratitudine”.
La scuola francescana apporta un contributo di estrema originalità: cogliersi come volitum, un essere voluto gratuitamente, spinge a divenire a propria volta oblazione di se stessi all’altro e ciò nasce per fedeltà alla logica dell’essere. “Non siamo i difensori del vero, noi siamo i protagonisti del bene. Come fai a misurare la bontà di un pensiero, di un’azione? Chiediti se contribuisce ad espandere l’essere, a moltiplicare le occasioni del vivere, a rendere più intensa la libertà, a dilatare l’orizzonte della convivenza”.
Il problema di fondo della società contemporanea sta nello sguardo, nel modo di interpretare gli eventi; l’uomo di oggi, conclude p. Orlando, possiede uno sguardo concupiscenziale, dominatore, manipolatorio. E’ indispensabile che tale sguardo si modifichi in sguardo oblativo, in grado di ringraziare, di mettersi a disposizione, con una capacità effusiva, in grado di “aprire gli spazi dell’essere, di moltiplicare le opportunità del vivere”. Le brutture e le crudeltà del cuore umano sono la conseguenza del misconoscimento del primato del bene: “ebbene, la Scuola francescana dispone la ragione all’ascolto, nel silenzio di sé, di una voce altra da sé. E’ questo in fondo il senso delle sue tesi qualificanti, e cioè porre la verità sotto l’ègida della bontà, quale cifra della gratuità o del senza perché, affinché l’intelletto non se ne impossessi impoverendola, ma si disponga a contemplarla nella sorpresa di ciò che eccedendo abbaglia e stupisce”.

Edith Stein: Chi cerca la verita' cerca Dio


"Non mi è mai piaciuto pensare che la misericordia di Dio si fermi ai confini della Chiesa visibile. Dio è la verità. Chi cerca la verità cerca Dio, che lo sappia o no": è in questa comprensione di Dio come verità e amore misericordioso che si può vedere sintetizzato il singolare itinerario umano e culturale di una grande figura della cultura cristiana del XX secolo, Edith Stein (s. Teresa Benedetta della Croce) proclamata da Giovanni Paolo II nel 1999 compatrona di Europa, insieme a s. Caterina da Siena e s. Brigida di Svezia. Nata a Breslavia il 12 ottobre 1891 da una famiglia ebrea, geniale pensatrice cresciuta alla scuola fenomenologica di Husserl dove apprende ad andare all'essenza delle cose, abbraccia la fede cattolica, conquistata dall?esperienza di una donna vissuta nella Spagna del XVI secolo, Teresa d'Avila. Edith scorge la grandezza della riformatrice del Carmelo, leggendo il Libro della Vita, nella sua intuizione della verità come incontro con una Persona che è la verità e che le insegna che "tutte le verità dipendono da questa Verità, come tutti gli amori dipendono da questo Amore". Scrive Teresa Benedetta della Croce: "La verità prima, il principio primo di tutta le verità è Dio Stesso. Ogni verità della quale possiamo impadronirci deriva da Dio". Edith si sente sin dal momento della sua conversione chiamata al Carmelo, ma, per oltre dieci anni, su indicazione del suo direttore spirituale, si dedica all'insegnamento e all'attività di conferenziera, apprezzata e richiesta in tutta la Germania. Nel 1933, in seguito alle leggi antisemite del regime nazionalsocialista, allontanata dalla cattedra (Istituto di pedagogia scientifica di Muenster), può finalmente entrare nel Carmelo, varcando la soglia della clausura a Colonia il 15 ottobre 1933, dopo i primi vespri della solennità di S. Teresa di Gesù. Dai riflettori del mondo, dall'attività accademica alla cella della clausura, nell'obbedienza e nella rinuncia a tutte le aspirazioni umane. Negli anni della sua permanenza a Colonia, grazie alla lungimiranza dei superiori, può proseguire la ricerca scientifica, terminando il suo capolavoro filosofico, Essere finito ed Essere eterno, per un'elevazione al senso dell'essere: un'opera poderosa in cui confluiscono armonicamente il metodo fenomenologico e la filosofia di Tommaso d'Aquino. Sul finire degli anni trenta, divenendo in Germania la persecuzione degli ebrei sempre più violenta, viene trasferita in Olanda nel Carmelo di Echt. Resta qui fino alla sua deportazione nel lager Auschwitz dove trova la morte, insieme alla sorella Rosa, in una camera a gas il 9 agosto 1942. Un'esistenza conclusa con il martirio, con l'offerta di se stessa "al cuore di Gesù come vittima di espiazione per la vera pace", martirio che costituisce in un certo senso il capitolo conclusivo del suo ultimo scritto, Scientia crucis. Saggio su s. Giovanni della Croce: "Una Scientia crucis si può raggiungere solo quando si sia giunti a sperimentare la Croce a fondo. Fin dal primo momento ne fui certa e dissi con tutto il cuore: Ave Crux, spes unica!". Un cammino intellettuale segnato dalla passione bruciante per la verità, dall'amore e dal rapporto determinante con alcune personalità mediante cui ha sperimentato la grazia dell'incontro trasformante: Husserl, Max Scheler, la vedova Reinach, da cui empaticamente riceve la visione della croce. Il dolore dell'amica che aveva perso il marito in guerra, traspariva sul suo volto insieme alla potenza della fede in Dio che consola ed edifica nella sofferenza: "fu il mio primo incontro con la croce e con la forza divina che essa comunica a chi la porta. Vidi per la prima volta, tangibile davanti a me, la Chiesa, nata dal dolore del Redentore, nella sua vittoria sul pungolo della morte. Fu il momento in cui andò in frantumi la mia incredulità e risplendette la luce di Cristo, Cristo nel mistero della croce". Un'esistenza tessuta interamente dentro lo spazio dei legami intersoggettivi, vissuti con autenticità e approfonditi teoreticamente con la nozione di empatia, intesa come capacità umana di cogliere l'esperienza interiore dell'altro, il suo valore, la sua personalità. Ed è stata proprio questa capacità che ha favorito il suo avvicinamento ad un mondo estraneo, ardentemente desiderato, qual è quello della fede: Teresa d'Avila ha potuto trasmettere ad una donna incredula, a distanza di secoli, la sua esperienza diretta di Dio per mezzo della capacità che l'uomo ha di entrare in comunicazione intima con il suo simile. L'empatia è "un atto d'amore", ovvero un porsi nella disponibilità a cogliere la ricchezza dell'universo interiore dell'altro. A dispetto di un atteggiamento di chiusura solipsistica di cui il mondo odierno soffre, rendendo gli ambienti che frequentiamo quotidianamente aggregato di monadi chiuse all'autentica comunicazione, Edith procede con una intuizione edificante per il cuore dell'uomo; "dall'Io e dal Tu emerge il Noi in guisa di un soggetto di grado più elevato", ovvero la comunità, la Chiesa, l'unione di più persone nell'Amore, per fare esperienza dell'Amore. Ad un certo punto della sua vita E. Stein può affermare che la Verità esiste, che è una Persona, grazie all'incontro concreto con Gesù Cristo resosi "empatibile", incontrabile, percepibile da ogni uomo. L'empatia in Dio è preghiera, orazione, dialogo interiore in un rapporto di amicizia con Lui, ascolto contemplativo della sua Parola nella notte dei sensi e dello spirito, unione d'amore pervaso da reciproci scambi di attenzioni. L'empatia, che in se stesso è un atto prettamente umano di comunicazione intersoggettiva, con la grazia dell'intervento divino acquista la capacità di penetrare fin nel nucleo più intimo di ogni anima dove Dio ha stabilito la sua dimora; agli occhi di un'anima illuminata il vissuto estraneo manifesta esteriormente l'immagine di Cristo suscitando il desiderio sublime di un legame d'amore salvifico: Cristo è Colui che apporta il contributo decisivo all'azione dell'empatia nella vita dell'uomo. E. Stein teorizzò e visse concretamente questa realtà, riproponendo all'uomo contemporaneo la ricchezza di una spiritualità come quella carmelitana che ha nella preghiera - relazione di amicizia di Dio - il suo centro di irradiazione: espressione di una storia d'amore, di una ricerca appassionata dell'amato Signore.

Lamento a Dios por Haití


Hay un viacrucis de sufrimiento con estaciones que nunca terminan en el pequeño y pobre país de Haití. Sufrimiento en el cuerpo, en el alma, en el corazón, en la mente asaltada por fantasmas de pánico y de muerte. También hay mucho sufrimiento en todos los seres humanos que no han perdido el sentido mínimo de humanidad y de solidaridad. De esta compasión universal nace una misteriosa comunidad que anula las diferencias, las religiones, las ideologías que antes nos separaban y nos dividían. Ahora sólo cuenta la común humanitas absurdamente maltratada, que debe ser socorrida.
Con cada haitiano que sufre bajo los escombros o que muere de sed y de hambre, también nosotros morimos un poco con él. A fin de cuentas somos hermanos y hermanas de la única y misma familia. ¿Cómo no sufrir?
Pero hay también un sufrimiento profundo y desgarrador en las personas de fe que proclaman que Dios es Padre y Madre de bondad y de amor. ¿Cómo seguir creyendo? Quejosos nos preguntamos: «Dios, ¿dónde estabas cuando se formó aquel temblor que diezmó a tus hijos e hijas más pobres y sufridos de todo Occidente? ¿Por qué no interviniste? ¿No eres el Creador de la Tierra con sus continentes y sus placas tectónicas? ¿No eres Padre y Madre de ternura, especialmente, de aquéllos que son como tu Hijo Jesús los injustamente crucificados de la historia? ¿Por qué?
Este silencio de Dios es aterrador, porque simplemente no tiene respuesta. Por más que genios como Job, Buda, San Agustín, Tomás de Aquino, Leibniz hayan diseñado argumentos para eximir a Dios y explicar el dolor, no por eso el dolor desaparece ni la tragedia deja de existir. La comprensión del dolor no elimina el dolor, del mismo modo que oír recetas de cocina no quita el hambre.
El mismo Jesús no estuvo exento de la angustia y el sufrimiento. Desde lo alto de la cruz lanzó un grito desgarrador al cielo, quejándose: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Damos la razón a Job, irritado con sus «amigos» que le querían explicar el sentido de su dolor: «Vosotros no sois más que charlatanes y falsos médicos: si al menos os callaseis, los hombres os tomarían por sabios». Pero no podemos callar. Hay demasiado dolor y la noche es tenebrosa. Necesitamos alguna luz.
Aun incluso sin luz, seguimos creyendo con el corazón partido, porque estamos convencidos de que el caos y la tragedia no pueden tener la última palabra. Dios es tan poderoso que puede sacar bien del mal, sólo que no sabemos cómo. Esperanzados, apostamos por esta posibilidad que no deja que nuestras lágrimas sean en vano. Creemos además que Dios puede ser aquello que no comprendemos. Por encima de la razón que quiere explicaciones, está el misterio que pide silencio y reverencia. Él esconde el sentido secreto de todos los eventos, también de los trágicos.
Me identifico con el poema de un gran argentino, Juan Gelman, que perdió un hijo durante la represión militar: «Padre, desde los cielos bájate, he olvidadolas oraciones que me enseñó la abuela, pobrecita, ella reposa ahora, no tiene que lavar, limpiar, no tiene que preocuparse andando el día por la ropa, no tiene que velar la noche, pena y pena, rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente. Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces, que me muero de hambre en esta esquina, que no sé de qué sirve haber nacido, que me miro las manos rechazadas, que no hay trabajo, no hay, bájate un poco, contempla esto que soy, este zapato roto, esta angustia, este estómago vacío, esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre cavándome la carne, este dormir así, bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido te digo que no entiendo, Padre, bájate, tócame el alma, mírame el corazón, yo no robé, no asesiné, fui niño y en cambio me golpean y golpean, te digo que no entiendo, Padre, bájate, si estás, que busco resignación en mí y no tengo y voy a agarrarme la rabia y a afilarla para pegar y voy a gritar a sangre en cuellopor que no puedo más, tengo riñonesy soy un hombre, bájate, ¿qué han hechode tu criatura, Padre? ¿un animal furiosoque mastica la piedra de la calle?» Que el Padre baje sobre el pueblo haitiano con su amor.
Leonardo Boff


Pensar al ser humano después de Auschwitz


Recordamos en este año los 65 años del Holocausto judío perpetrado por el nazismo de Hitler y de Himmler. Es terrorífica la inhumanidad mostrada en los campos de exterminio, especialmente en el de Auschwitz (Polonia). El hecho llegó a tambalear la fe de judíos y de cristianos que se preguntaban: ¿Cómo pensar a Dios después de Auschwitz? Las respuestas dadas hasta hoy, bien del lado judío, bien por J.B.Metz y J. Moltmann del lado cristiano, son insuficientes. La pregunta todavía es más radical: ¿Cómo pensar al ser humano después de Auschwitz?
Es cierto que lo inhumano pertenece a lo humano. Pero, ¿cuánto de inhumanidad cabe dentro de la humanidad? Fue un proyecto concebido calculadamente y sin ningún tipo de escrúpulo para rediseñar la humanidad. A la cabeza debía estar la raza aria-germánica; algunas razas serían colocadas en segunda y tercera categorías; otras esclavizadas o simplemente exterminadas. En palabras de su formulador, Himmler, el 4 de octubre de 1943: «Ésta es una página de gloria de nuestra historia que no se ha escrito y que jamás se escribirá». El nacionalsocialismo de Hitler tenía clara conciencia de la inversión total de los valores. Lo que sería un crimen se transformó para él en virtud y gloria. Aquí se revelan rasgos del Apocalipsis y del Anticristo.
El libro más perturbador que he leído en mi vida y que nunca acabo de digerir se titula Comandante en Auschwitz: notas autobiográficas de Rudolf Höss (1958). Durante los 10 meses que estuvo preso y fue interrogado por las autoridades polacas en Cracovia entre 1946-1947, para ser finalmente sentenciado a muerte, Höss tuvo tiempo de describir con extremada precisión los detalles de cómo envió a cerca de dos millones de judíos a las cámaras de gas. Allí se montó una fábrica de producción diaria de miles de cadáveres que asustaba a los propios ejecutores. Era la «banalidad de la muerte» de la que hablaba Hannah Arendt.
Pero lo que más asusta es su perfil humano. No imaginemos que Hoss unía el exterminio en masa a sentimientos de perversidad, sadismo diabólico y pura brutalidad. Al contrario, era cariñoso con su mujer e hijos, concienzudo, amigo de la naturaleza, en fin, un pequeño burgués normal. Al final, antes de morir, escribió: «La opinión pública puede pensar que soy una bestia sedienta de sangre, un sádico perverso y un asesino de millones de personas. Pero nunca va a entender que este comandante tenía un corazón y que no era malo». Cuanto más inconsciente, más perverso es el mal.
Esto es lo perturbador: ¿cómo puede tanta inhumanidad convivir con la humanidad? No sé. Sospecho que aquí entra la fuerza de la ideología y la sumisión total al jefe. La persona de Höss se identificó con el comandante y el comandante con la persona. La persona era nazi en cuerpo y alma y radicalmente fiel al jefe. Recibida la orden del «Fuhrer» de exterminar a los judíos, ni siquiera se debía pensar: vamos a exterminarlos (der Führer befiehl, wir folgen). Confiesa que nunca se cuestionó la orden porque «el jefe siempre tiene razón». La más leve duda era sentida como traición a Hitler.
Pero el mal también tiene límites y Höss los sintió en su propia piel. Siempre queda algo de humanidad. Él mismo cuenta que dos niños estaban entretenidos jugando. Su madre era empujada hacia dentro de la cámara de gas. Los niños fueron obligados a ir también. «La mirada suplicante de la madre, pidiendo misericordia para aquellos inocentes —comenta Höss— nunca la olvidaré». Hizo un gesto brusco y los guardias los arrojaron a la cámara de gas. Confiesa que muchísimos de los ejecutores no aguantaban tanta inhumanidad y se suicidaban. Él se mantenía frío y cruel.
Estamos ante un fundamentalismo extremo que se expresa por medio de sistemas totalitarios y de obediencia ciega, sean políticos, religiosos o ideológicos. La consecuencia que produce es la muerte de los otros.
Este riesgo también está alrededor nuestro, pues hoy día nos hemos dado los medios para autodestruirnos, para desequilibrar el sistema Tierra y para aniquilar en gran parte la vida. Sólo potenciando al ser humano con aquello que nos hace humanos, como es el amor y la compasión, podemos limitar nuestra inhumanidad.
Leonardo Boff


domingo, 14 de febrero de 2010

La teología de la liberación está viva y goza de buena salud

Desde la caída del Muro de Berlín, han sido muchos los críticos que se precipitaron a declarar la muerte de la teología de la liberación. La mayoría lo hizo porque vio en ella apenas una apología del socialismo de caduco estilo soviético. Sin embargo, ese certificado de defunción parece haber sido emitido prematuramente.

Si bien es cierto que los teólogos de la liberación –algunos más que otros– utilizaron categorías marxistas para el análisis socioeconómico y la crítica de los males del capitalismo, el marxismo nunca fue el elemento central de la teología de la liberación.

Lo que está en su centro es más bien la empatía con los pobres y con su lucha por la justicia, inspirada por la vida y las enseñanzas de Jesús. Desde el principio, la teología de la liberación puso mayor énfasis en el papel esencial de la praxis comprometida del pueblo de Dios –o, en otras palabras, en la acción de las comunidades cristianas inspirada por la fe y basada en la reflexión teológica– que en el análisis social, que fue considerado como un instrumento metodológico.

El fundamento espiritual y la motivación de la teología de la liberación radican en el encuentro –que cambia la vida– con Cristo como liberador y con nuestro prójimo necesitado, cuyo sufrimiento no es únicamente fruto del destino, sino resultado de la opresión y las injusticias sistemáticas, que pueden superarse a través de la acción transformadora.

Si observamos la realidad actual, vemos que la pobreza en el mundo todavía no ha sido, en modo alguno, superada. Al contrario, con la reciente crisis financiera internacional, ocasionada por las fuerzas desenfrenadas de un capitalismo gobernado por la avaricia y los intereses privados y empresariales, el número de pobres –o mejor dicho de empobrecidos– en el mundo ha aumentado en cientos de millones.

La teología de la liberación surgió a finales de los años 1960 en América Latina. El terreno había sido preparado en los años cincuenta por movimientos comunitarios cristianos que aspiraban a reformas sociales, políticas y económicas, y ala participación activa de los laicos en las actividades pastorales de la iglesia.

Siendo América Latina un continente predominantemente católico, este nuevo enfoque teológico estaba muy relacionado con los acontecimientos teológicos y pastorales de la Iglesia Católica Romana, si bien desde el principio se trató de una iniciativaecuménica. El término mismo de “teología de la liberación” fue propuesto casi simultáneamente por el sacerdote católico romano Gustavo Gutiérrez, de Perú, y el teólogo presbiteriano Rubem Alves, de Brasil.

Por todo ello no resulta sorprendente que en los años setenta y ochenta, la teología de la liberación tuviera una fuerte influencia en el movimiento ecuménico, incluido el Consejo Mundial de Iglesias (CMI). La relevancia de las acciones que promovió a favor de las luchas por los derechos humanos en los países latinoamericanos bajo dictaduras militares, el desarrollo de métodos efectivos para superar el analfabetismo (como hizo Paulo Freire, pedagogo brasileño exiliado y asesor del CMI en materia de educación) y el combate contra el racismo, sobre todo en Sudáfrica, ha sido ampliamente reconocida.

En cuanto enfoque contextual destinado a reflexionar de manera crítica sobre la praxis del pueblo de Dios, la teología de la liberación nunca ha tenido como objetivo convertirse en una construcción teórica dogmática y estática. Su propósito no era destacar un tema teológico que había sido descuidado, sino más bien proponer una nueva manera de hacer teología. Como es natural, a lo largo de los años fue cambiando. Si al principio se centró en las condiciones de vida de los pobres, luego fue incorporando otras problemáticas, tales como los pueblos indígenas, el racismo, las desigualdades de género y la ecología.

En la actualidad, la teología de la liberación también se ocupa de la interpretación de las culturas y de cuestiones antropológicas, como por ejemplo de la tentación del poder. El empeño por conseguir una sociedad más justa en la que haya “sitio para todos” persiste, pero la forma de llegar a ella ha pasado a ser a través de la acción de la sociedad civil.

La influencia de la teología de la liberación va más allá del ámbito de las iglesias. Ya se ha mencionado su contribución para acabar con las dictaduras militares en América Latina y con el apartheid en Sudáfrica. Hoy ayuda a configurar los esfuerzos políticos latinoamericanos dirigidos al establecimiento de un modelo de democracia que supere la pobreza y las injusticias sociales. Varios presidentes latinoamericanos –Lula da Silva en Brasil, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua y Lugo en Paraguay– han tenido, de maneras diferentes, contacto con comunidades cristianas de base y teólogos de la liberación.

Pero, ante todo, la teología de la liberación sigue estando muy viva en los movimientos de la sociedad civil y en las comunidades cristianas de base.

(*) El pastor Dr. Walter Altmann es presidente de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana en el Brasil y moderador del comité central del Consejo Mundial de Iglesias.

Il Papa ai futuri sacerdoti: il cristianesimo non è moralismo ma dono

Il cristianesimo non consiste nel rispettare delle norme esteriori quanto nel penetrare il mistero di Dio, che si è sacrificato gratuitamente ed ha sofferto per amore, e modellare su di esso il nostro agire.
E' quanto ha detto, questo venerdì sera, Benedetto XVI incontrandosi nella Cappella del Seminario Romano Maggiore con i circa 200 alunni seminaristi della diocesi di Roma - accompagnati dai loro rettori, direttori spirituali ed educatori – e con i ragazzi dell'anno propedeutico che stano verificando la loro vocazione e la possibilità di entrare in seminario l'anno prossimo.
La tradizione vuole che in occasione della Festa della Patrona dell’istituto - la Madonna della Fiducia, che viene celebrata il 13 febbraio - il Pontefice incontri i seminaristi e si trattenga con loro a cena.
Quest’anno, per la prima volta, si sono raccolti insieme al Seminario Romano per incontrare il Papa tutti i seminaristi della diocesi di Roma, compresi quelli quindi del Pontificio Seminario Romano Minore, del Collegio diocesano “Redemptoris Mater”, dell'Almo Collegio Capranica e del Seminario della Madonna del Divino Amore.
Prima dell'incontro il Pontefice, accompagnato dal Rettore del Seminario Romano Maggiore, mons. Giovanni Tani, e dal Cardinale Vicario Agostino Vallini, si è raccolto per qualche istante in preghiera.
A fare gli onori di casa è stato mons. Tani che in un breve indirizzo di saluto ha ricordato che “da anni, precisamente dal 1993, in occasione del Sinodo Romano è il Papa che ordina insieme tutti i presbiteri della sua diocesi. In questi ultimi anni si sono aggiunti altri momenti comunitari vissuti da tuti i seminaristi di Roma”.
“Di particolare importanza è la settimana di settembre durante la quale i seminaristi dei 4 seminari maggiori vivono insieme – ha continuato –. Innanzitutto, per conoscersi e poi per riflettere e confrontarsi su temi di formazione al presbiterato e su aspetti della vita della diocesi di Roma”.“Viviamo con gioia e trepidazione questo momento, Santità, durante il quale lei come primo nostro formatore ci aiuterà ad ascoltare la Parola del Signore e a camminare nella sua volontà”, ha poi terminato.
Dio, radice della sua vigna
Subito dopo il Papa ha tenuto la lectio divina incentrata sulla parabola della vite e dei tralci (Gv 15,1-8), che ben si colloca nell'Anno sacerdotale in corso, perché “parla indirettamente ma profondamente del sacramento, della chiamata, dello stare nella vigna del Signore e di essere servitore del suo mistero”. La vite – ha spiegato il Pontefice – è una immagine veterotestamentaria che serve a indicare il Popolo di Dio: “Dio ha piantato una vite in questo mondo. Dio ha coltivato questa vite, la sua vigna, protetto questa sua vigna”.Allo stesso tempo, ha continuato, “questa immagine della vite, della vigna ha un significato sponsale ed è espressione del fatto che Dio cerca l'amore della sua creatura, che vuole entrare in una relazione di amore, in una relazione sponsale con il mondo tramite il Popolo da lui eletto”.
Tuttavia, ha commentato il Santo Padre, “la storia concreta è una storia di infedeltà” che invece di “uva preziosa” ha generato “solo piccole cose immangiabili”.
Infatti, “questa unità, questa unione senza condizione tra uomo e Dio” non si è tramutata “nella comunione dell'amore”. Al contrario, “l'uomo si ritira in se stesso, vuole avere se stesso, vuole avere Dio per sé, vuole avere il mondo per sé. E così la vigna viene devastata” e “diventa un deserto”.
Ma “Dio – ha continuato il Santo Padre – si fa uomo e diventa egli stesso così radice della vite” e “così la vite è indistruttibile poiché Dio stesso si è impiantato in questa terra”.
Ecco dunque che “il cristianesimo non è un moralismo. Non siamo noi che dobbiamo fare quanto Dio si aspetta dal mondo”, perché in realtà “dobbiamo, innanzitutto, entrare in questo mistero ontologico in cui Dio si dà”. Dobbiamo “stare in Lui”, identificarci con Lui, essere “nobilitati nel suo sangue” per “agire con Cristo”, perché - ha spiegato il Papa - “l'etica è conseguenza dell'essere” e “l'essere precede l'agire”. “Non è più una obbedienza, una cosa esteriore ma è realizzazione del dono del nuovo essere”.
Vivere nella creatività dell'amore di CristoSuccessivamente il Papa ha ricordato l'invito rivolto da Gesù agli apostoli nel contesto dell'Ultima Cena: “amatevi come io vi ho amati”, commentando che quella qui espressa è “una radicalizzazione dell'amore del prossimo a imitazione del Cristo”.
“Ma anche qui la vera novità non è quanto facciamo noi, la vera novità è quanto ha fatto il Signore. Il Signore ci ha dato se stesso”, ci “ha dato la vera novità di essere membri nel suo Corpo”. E quindi, “la nuova Legge non è un altro mandato più difficile degli altri. La nuova Legge è un dono”, è “la presenza dello Spirito Santo datoci nel sacramento del Battesimo, nella Cresima e datoci ogni giorno nella Santissima Eucaristia”.
“La novità quindi è che Dio si è fatto conoscere – ha aggiunto –, che Dio si è mostrato, che Dio non è più il Dio ignoto, cercato ma non trovato o solo indovinato da lontano”. “Dio si è fatto vedere nel volto di Cristo”, “si è mostrato nella sua totale realtà, ha mostrato che è ragione e amore” e così ci ha resi suoi amici. “Purtroppo ancora oggi – ha osservato il Pontefice – molti vivono lontani da Cristo, non conoscono il suo volto e così l'eterna tentazione del dualismo si rinnova sempre e forse non c'è solo un principio buono ma anche un principio del male”, così che a dominare è la visione di un mondo in balia di “due realtà ugualmente forti”. “Anche nella teologia cattolica – ha poi lamentato – si diffonde adesso questa tesi che Dio non sarebbe onnipotente”. Si tenta cioè una sorta di “apologia di Dio”, secondo cui Dio “non sarebbe responsabile per il male che troviamo ampiamente nel mondo”.
“Ma che povera apologia: un Dio non onnipotente”. “E come potremmo affidarci a questo Dio, come potremmo essere sicuri nel suo amore se questo amore finisce dove comincia il potere del male?”, si è domandato.
“Ma Dio non è più sconosciuto: nel volto del Cristo crocifisso vediamo Dio e vediamo la vera onnipotenza, non il mito dell'onnipotenza”, quel mito alimentato dagli uomini che concepiscono la potenza come “capacità di distruggere, di far male”.
Al contrario, ha spiegato il Papa, “la vera onnipotenza è amare fino al punto che Dio può soffrire” per noi. Ecco dunque che la stessa vera giustizia si rivela non più come una “obbedienza ad alcune norme” ma come “l'amore creativo che trova di per sé la ricchezza e l'abbondanza del bene”; come il “vivere nella creatività dell'amore con Cristo e in Cristo”, di un amore impregnato di “dinamismo”.
Pregare come processo di purificazioneIl Papa è quindi passato a parlare del valore della preghiera e dell'importanza di invocare da Dio “il dono divino”, “la grande realtà”, “perché ci dia il suo Spirito così che possiamo rispondere alle esigenze della vita e aiutare gli altri nelle loro sofferenze”. “E' giusto pregare Dio anche per le cose piccole della nostra vita di ogni giorno – ha precisato il Pontefice – ma allo stesso tempo il pregare è un cammino, direi una scala: dobbiamo sempre più imparare le cose che possiamo pregare e le cose che non vanno pregate perché sono espressione del mio egoismo” o della “mia superbia”.
In questo modo, pregare “diventa un processo di purificazione dei nostri pensieri, dei nostri desideri”.
“Rimanere in Cristo è un processo di lenta purificazione, di liberazione da me stesso”, un “cammino vero” che si apre alla gioia e che è caratterizzato da “un sottofondo sacramentale”.
“Così – ha continuato – possiamo imparare che Dio risponde alle nostre preghiere”, e spesso “le corregge, le trasforma, le guida perché siamo finalmente e realmente rami del suo Figlio, della 'vite vera', membri del suo Corpo”.
“Ringraziamo Dio per la grandezza del suo amore – ha quindi concluso –. Preghiamo perché ci aiuti a crescere nel suo amore e a rimanere realmente nel suo amore”.


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