domingo, 12 de diciembre de 2010

Ten el valor de estar solo. (RAHNER).

“Ten el valor de estar solo. Sólo si lo consigues realmente, sólo si lo llegas a saber hacer cristianamente, podrás también abrigar la esperanza de regalar un corazón navideño –un corazón dulce, paciente, valientemente recogido, tierno sin melosidad- a aquellos a quienes te esfuerzas por amar. Este es el regalo que debes poner bajo el árbol de Navidad, y de lo contrario serán los demás regalos sólo gastos inútiles que también pueden hacerse en otras épocas del año. ¡Animo, pues!, y aguanta un rato a solas contigo mismo. Quizás tengas, a pesar de todo, un cuarto donde puedas estar solo. O conozcas un camino solitario, una iglesia silenciosa. Ahora no hables ya, no hables contigo siquiera, ni con esos otros con los que disputamos y nos peleamos aunque no estén presentes. Aguarda. Escucha. Y no aguantes ese silencio para hablar después de él. Tienes que adentrarte tanto en él, que te decidas a no salir de él hasta que de la llamada ocurrida en ese silencio, en el seno de la silenciosa infinitud, hayas hecho tu última palabra, la que se mantiene en sí misma, que existe en sí y no para otra cosa, que nadie necesita oír más que aquel para quien vale de verdad. Resiste, pues, y cállate, y espera. No bizquees tras una extraña experiencia mística. De ese silencio no debe brotar otra cosa que la pura sobriedad de la verdad: lo puro y lo callado”.
“El mensaje de la Navidad no resuena tan sólo, ni siquiera por vez primera, en las débiles palabras que caen desde los púlpitos (casi como pájaros helados caen de un cielo invernal), sino que es dicho por Dios en aquel rincón del corazón al que debiéramos habernos recogido, es dicho por la navideña luz de la gracia que ilumina a todo aquel que entra en este mundo. El mensaje del nacimiento del Señor quedaría exterior si fuera dicho para el oído y en conceptos, pero no hubiera entrado y no hubiera sido celebrado en el corazón”.

Kart Rahner

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